
PRINCIPADO DE MÓNACO
En una foto… o casi. Depende desde dónde la tomemos. Si la pudiéramos tomar desde el mar, sin duda. Pero en caso de que no poseamos un barco, hay un par de lugares desde donde se puede tomar una foto en la cual quepa una gran parte del Principado. Los veremos seguidamente. En todo caso, lo que queremos expresar en este momento es la extrema pequeñez de este microestado europeo.
Tan pequeño y superpoblado que ya no le queda espacio libre para construir y crecer, y se extiende ya por territorio del país que lo rodea (Francia) o en terreno ganado al mar Mediterráneo. Su superficie total es de 1,95 quilómetros cuadrados, (el segundo más pequeño del mundo, después de la Ciudad del Vaticano) y su población de 35.000 habitantes, lo que representa una densidad de 17.327 habitantes por quilómetro cuadrado (año 2012), la más alta del mundo. Sus peculiares características, así como su Historia, hacen que este principado tenga muchas curiosidades.


El Mónaco actual es un territorio minúsculo que está totalmente urbanizado y pegado a un municipio francés que lo rodea, Beausoleil. De hecho, toda la frontera pasa por calles en las que cada lado corresponde a un país. Así, país y ciudad se confunden. Mónaco se estructura en diez barrios que podemos agrupar en cuatro grandes zonas: los tres barrios históricos y uno más construido sobre tierras ganadas al mar. La falta de espacio sólo permite contar con un helipuerto, y el servicio aéreo es realizado por el aeropuerto de Niza (a sólo 20 quilómetros). Una autopista francesa rodea Mónaco, y si paramos en el área de servicio de Beausoleil podremos bajar a un mirador (detrás de la tienda del área) desde la que vemos todo el Principado. En realidad, al ser muy alargado, si queremos fotografiarlo tendremos que hacerlo en dos fotos. Pero se aprecian perfectamente los distintos barrios, el palacio del príncipe, el famoso casino…


Para llegar a Mónaco desde Niza (o desde España, que es la misma dirección), lo mejor es hacerlo por la Cornisa Media o la Cornisa Baja, dos de las tres carreteras que serpentean por los acantilados y las bahías de esta parte de la Costa Azul. Pasaremos por varios pueblos entre paisajes de ensueño y casi sin darnos cuenta entraremos en el Principado de Mónaco. El repentino cambio de color de las aceras (o banquetas o veredas en Hispanoamérica) es la pista que nos confirma este hecho. Seguimos los carteles indicativos de Monaco-ville, el barrio antiguo donde comenzaremos nuestra visita. Entraremos en los túneles que perforan este promontorio como si se tratase de un queso de Gruyère y dejaremos el vehículo en el estacionamiento subterráneo. Por las escaleras mecánicas saldremos a la superficie y seguiremos la calle hacia arriba.


Estamos en Mónaco Ciudad (o La Roca), el promontorio cuya fortaleza conquistó el primer Grimaldi allá por el siglo XIII. Hoy está totalmente urbanizado y tiene el aspecto de un encantador pueblecito con impresionantes vistas. En primer lugar vemos a la izquierda la fachada del Museo Oceanográfico. Un poco más adelante vemos unos palacetes bastante discretos separados de la calle por unos altos setos. Se trata de las residencias de las princesas Carolina y Estefanía, hermanas del príncipe reinante, Alberto II. Justo a esa altura vemos a la izquierda el comienzo de un parque que parece desparramarse por el borde del promontorio. Nos adentramos en él porque es muy bonito y porque tiene unas fantásticas vistas sobre el barrio y el puerto de Fontvieille, que fue urbanizado sobre tierra ganada al mar en los años 70. Si nos fijamos bien, veremos unos arcos muy altos: son los del Estadio Luis II, donde juega el A. S. Mónaco, equipo del Principado que disputa la liga francesa.


Ya estamos en el corazón del Principado. Salimos de nuevo a la calle y aparecemos ante la fachada de la catedral de San Nicolás, de estilo neorrománico y de escaso interés artístico, pero para los morbosos es una oportunidad de ver en su interior las tumbas de los príncipes anteriores (entre ellos Rainiero III y su esposa Gracia). Son simples lápidas en el suelo de la girola. Continuamos la cuesta hacia arriba y vemos dos pequeños edificios con la bandera y el escudo nacional. Son las modestas sedes del poder ejecutivo (o Consejo de Gobierno) y del poder legislativo (o Consejo Nacional de Mónaco). Como todo en este país, son de miniatura.


Siguiendo la calle llegamos a una gran explanada y enfrente vemos la fachada del Palacio del Príncipe de Mónaco. Es la primitiva fortaleza medieval transformada en palacio. De hecho, muy transformada. Su aspecto es el de un decorado y tiene un cierto aire artificioso. En todo caso no es elegante ni grandioso. Como no lo es el uniforme de la guardia del príncipe, cuyo cambio se puede ver cada día a las 11.55. Es como una mezcla entre un guardia de tráfico de los años 50 y un explorador de África del siglo XIX. Frente al palacio, un bonito edificio rosado es el Palacio de Justicia.


A la derecha del palacio hay un mirador con magníficas vistas del barrio de La Condamine, el barrio del puerto principal. A lo lejos, el barrio de Montecarlo y detrás de ambos el municipio francés de Beausoleil y las montañas. Podemos callejear un poco por La Roca antes de volver al estacionamiento por la misma calle abajo. Al salir, pasaremos por el puerto de La Condamine y si nos fijamos bien veremos pintados en el pavimento los puestos de salida del circuito urbano de fórmula 1. Se hace difícil reconocer el trazado de dicho circuito, aunque al fondo del puerto se puede ver el famoso túnel que los aficionados conocen bien. Pero nosotros nos dirigiremos hacia Montecarlo para llegar a la plaza del Casino. Es una gran plaza muy elegante, con jardines muy cuidados y siempre repleta de coches deportivos para asombro de mileuristas. Vista de noche es realmente impactante.


Al fondo de la plaza, el edificio del Casino de Mónaco, obra de Charles Garnier, el autor de la Ópera de París. Como aquella, es del llamado estilo bellas artes. De fachada pretenciosa e interior muy ricamente decorado, cumple su cometido de impresionar y recrear una atmósfera de lujo. Sin necesidad de ser millonarios, podemos entrar a admirar sus ricos mármoles y sus pinturas al fresco. La entrada, que curiosamente está vedada a los ciudadanos monegascos, cuesta 10 €. En la sala de ruletas hay mesas de diferentes niveles de apuestas desde los 5 €, por lo tanto al alcance de cualquiera. Nada nos impide cambiar unos pocos euros y presumir de haber jugado en el Casino de Montecarlo… En la misma plaza, el casino está flanqueado por un hotel de lujo y por el elegante y caro Café de París. Otro pequeño capricho en su terraza puede ser un buen cierre de nuestro día en Mónaco.


Hasta aquí nuestro recorrido por Mónaco, un país en miniatura, refugio de grandes fortunas donde los naturales son minoría (sólo 6.000 sobre 35.000), lugar de clima benigno mezcla de sofisticación y frivolidad. Un lugar lleno de sorpresas, un país que cabe en una foto… o casi.
Relatos de otros viajeros:
De viaje por ahí: Coches en Mónaco…
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Este verano hemos estado dando una vuelta por Mónaco/Monte-Carlo, Cannes, Niza, Marsella, y la verdad es que es una zona excepcional.
Eso sí, me llevé una pequeña decepción con Mónaco… tan bonito que se ve en TV con la F1, y tan… pequeño en persona
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Efectivamente, es como de juguete. Y está todo muy amontonado, por la falta de espacio. Es que la fórmula 1 es un circo que todo lo magnifica. Al final, es una pequeña ciudad mediterránea con pretensiones de grandeza.
Un saludo.
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Precioso tengo ganas de ir
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Te animo a que lo hagas, y espero que el artículo te sirva de información útil.
Un saludo.
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