Berdún es un pueblo de apenas 250 habitantes situado en la comarca de la Jacetania, en Aragón. Es el centro neurálgico de la canal de Berdún, una depresión abierta por el río Aragón en sentido este-oeste y vía de comunicación natural desde tiempo inmemorial entre los diferentes valles occidentales del Pirineo Aragonés. Así, tanto el tramo aragonés del Camino de Santiago como la carretera (pronto autovía) entre Jaca y Pamplona recorren la canal de punta a punta. Al salir de una curva, en el llano, aparece la estampa imponente de este pueblo que parece una tarta. Solitario, con las montañas de trasfondo, se yergue el cerro donde se construyó hace muchos siglos la localidad. Tenemos constancia escrita de que el caudillo andalusí Almanzor asoló estas tierras en el 999, pero sin duda Berdún es mucho más antiguo, pues su nombre es de raíz céltica y significa precisamente pueblo fortificado.
Eso es precisamente lo interesante de esta foto (tomada desde un vehículo en el momento de llegar al pueblo): Berdún nos muestra cómo era la mayoría de nuestras ciudades en la Antigüedad y hasta bien avanzada la Edad Media, antes de que su crecimiento les hiciese rebasar los límites de sus murallas. Salvo ciudades de tipo comercial fundadas junto al mar o a orillas de un gran río (como Valencia, Zaragoza o Sevilla), se prefería ubicarlas sobre un cerro (preferiblemente llano, tipo meseta) junto a una vía de agua. Este cerro podía estar totalmente rodeado de barrancos (caso de Teruel, que aún hoy necesita de un sistema de viaductos para salvarlos) o cuestas (caso de Huesca) o con un acceso en pendiente más suave, que forzosamente debía ser fortificado (caso de Madrid, Toledo, Pamplona, Ponferrada o Tarazona, por citar sólo unos ejemplos). El crecimiento extramuros de esas poblaciones y el derribo de sus murallas han enmascarado la orografía original. Pero Berdún nunca creció fuera de su cerro, y aunque apenas conserva restos de su antigua muralla, nos resulta un ejemplo perfecto para imaginar los orígenes de nuestras ciudades.
Berdún fue sin duda un pueblo importante, y en su calle principal aún tiene edificaciones nobles blasonadas, pero no podemos decir que sea uno de los pueblos más bonitos del Pirineo Aragonés. Sin embargo, es un lugar tranquilo rodeado por paisajes de gran belleza. Lo mejor es su situación estratégica: es punto de partida para los preciosos valles de Ansó y Hecho; se encuentra al lado del embalse de Yesa, todo un pequeño mar interior; y en un radio de pocos quilómetros se pueden visitar lugares como la monumental Jaca, el valle del Aragón, las estaciones de esquí de Astún y Candanchú, el Real Monasterio de San Juan de la Peña, los bonitos pueblos de Sos del Rey Católico y Uncastillo, y ya en territorio de la vecina Navarra, el Real Monasterio de Leyre, el valle de Roncal y la localidad de Sangüesa.
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