El Monte Líbano, tradicional enclave maronita, es el corazón del Líbano moderno. Comprende varias zonas montañosas cercanas a la costa (de hecho hay varias estaciones de esquí) que se extienden en forma de óvalo en torno a Beirut. La costa que se extiende al norte de la capital es una ininterrumpida conurbación de cemento, vallas publicitarias e intenso tráfico. Desde allí surgen desvíos que penetran en los valles pegados a la costa y que están sembrados de pueblos y edificaciones que se desparraman por las laderas.
Najr Al-Calb (río Perro en árabe) es un desfiladero que en la Antigüedad era paso obligado para llegar a la costa, pero era muy angosto y arriesgado, por lo que los ejércitos que lo hacían dejaban inscripciones conmemorativas (estelas). La más antigua es egipcia del reinado de Ramsés II (siglo XIII a.e.c.); las hay asirias, romanas, griegas o francesas y de la guerra civil.


Muy cerca hay un lugar extraordinario: la gruta de Yeíta (Jeita). Es un entramado de cavernas con una longitud de 6 quilómetros, divididas en dos niveles. Contienen una de las mayores y más impresionantes acumulaciones de estalactitas y estalagmitas del mundo. La superior se ensancha de repente y revela su descomunal tamaño, dejando al visitante con la boca abierta. La inferior, muy bien iluminada y de gran encanto, se explora en barca. En el interior no se permite fotografiar, pero el simpático barquero seguramente nos permitirá que lo hagamos discretamente. Por ningún motivo debemos irnos del Líbano sin haber visitado este lugar único.


Siguiendo por la costa se llega a Yunie (Jounieh). Esta localidad ha sufrido un desaforado crecimiento que la ha convertido en una estridente franja de bares nocturnos, locales de bailarinas exóticas y burdeles (con predominio de las profesionales rusas). Es muy frecuentado por los saudíes y los árabes del golfo Pérsico, que acuden aquí a pecar antes de volver a sus países a fingir que siguen los mandamientos de Alá y mantener a sus mujeres en un estado de esclavitud impregnado de moral medieval. Desde aquí podremos coger el teleférico que sube al mirador de Jarisa (Harissa), también accesible en coche. Este teleférico hace una ascensión tan empinada que es apodado terrorifique (juego de palabras con téléférique, en francés).


Sin duda vale la pena el teleférico, pero la subida por la carretera tampoco carece de belleza y podremos visitar la basílica greco-catolica melquita de San Pablo (las facciones de adoradores de dioses son sorprendentemente numerosas en este país). Es una iglesia imponente por su emplazamiento. Al llegar a Jarisa nos encontramos con una gigantesca estatua de María que se remonta al siglo XIX. De escaso interés excepto para los devotos de la mujer supuestamente fecundada sin intervención de su marido, lo que sí vale la pena es subir los escalones en espiral hasta el mirador. Las vistas son magníficas: desde lo alto podremos ver toda la superpoblada línea de la costa desde Beirut hasta Biblos.



Biblos (Jbail) es la siguiente ciudad siguiendo por la costa hacia el norte. Éste es un lugar de extraordinaria importancia en la Historia de la Humanidad: los expertos creen que fue aquí donde se originó el alfabeto fenicio, del cual surgió el griego, que a su vez dio origen al latino y al cirílico. Con 20.000 habitantes hoy es una seductora población turística. Sus principales atractivos: el recinto arqueológico, el castillo de los cruzados, el puerto y el zoco. Para visitar las ruinas del Biblos antiguo es mejor contratar una visita guiada, de otro modo será muy difícil que las podamos interpretar; constan de varios templos, un pozo, un teatro y varias tumbas, datados entre el cuarto milenio a.e.c. y la época romana.


Lo mejor del castillo son las vistas sobre el yacimiento y el casco antiguo de la ciudad. El zoco ha sido acertadamente restaurado; entre sus cafés y tiendas de recuerdos destaca Mémoire du Temps, un pequeño museo-tienda privado donde se pueden adquirir fósiles con certificado de autenticidad por módicos precios. En el casco antiguo sobresalen una coqueta mezquita y la iglesia románica de San Juan Bautista, construida por los cruzados. Finalmente, el pequeño puerto, uno de los más importantes del mundo en la Antigüedad, hoy es un agradable y tranquilo lugar.


El recorrido aquí descrito se puede realizar cómodamente en una jornada desde Beirut si se dispone de vehículo, ya sea alquilado o prestado. De no ser así, hay transportes públicos que permiten llegar a todos los lugares de la ruta, aunque naturalmente será mucho más lento e incómodo.
TEXTO Y FOTOS © LAGARTO ROJO
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Para más información:
http://www.le-liban.com/dir/liban_tourisme_et_info/ (en francés)
Wow!!! Que ganas de ir a Líbano! Saludos.
Me gustaMe gusta
Me alegro de contribuir a eso. Un saludo.
Me gustaMe gusta
Espectacular, vaya fotazas.
Me gustaMe gusta
Muchas gracias. Y eso que las tomé con una cámara de bolsillo…
Me gustaMe gusta
La verdad es que viajar por el Líbano, a pesar de su pequeñez (es como Asturias) no siempre es fácil, ya que las carreteras no son buenas, los medios de transporte son peores, y encima en medio país hay controles militares por doquier. Al final, aunque fui de vacaciones, tampoco pude ver todos los sitios interesantes, pero creo que estar unos cuantos días en el Líbano permite hacerse una idea bastante aproximada de la realidad del país. Un saludo.
Me gustaMe gusta
Precioso!!!!
Lo vi por la tele y busqué información en internet y encontré esta web.
Me he fijado que en la mezquita de la foto, la mitad de la pared del fondo es muy posterior a la construcción real, da la impresión de que hubieran querido tapar algo, quienes fueran. Tal vez los musulmanes tras la caída de los templarios. «Saladino».
Lo más seguro es que sea coincidencia pero sería una buena línea de investigación arqueológica.
Me gustaMe gusta