En la región francesa de Bretaña, a caballo entre los siglos XVI y XVII, el fervor religioso de una sociedad ignorante, la riqueza creada por el comercio del cáñamo y el lino, y la rivalidad entre pueblos dieron lugar a una creación arquitectónica única en el mundo: los cercados parroquiales (enclos paroissiaux). Se trata de unos peculiares recintos que engloban varias construcciones religiosas separándolas del mundo profano con un muro bajo (de ahí su nombre): la iglesia, el osario, la capilla funeraria, un arco triunfal y el calvario. Era un sencillo modo de impresionar a las débiles mentes del pueblo ignorante de aquella época. Se reparten por toda Bretaña, pero sobre todo en el departamento de Finisterre, el más occidental de la región. Vamos a dejarnos sorprender por los dos más famosos, los de las aldeas de Guimiliau y Saint-Thégonnec.
Empecemos por Guimiliau (pronúnciese [guimiyó]): al llegar al recinto nos encontramos con un arco triunfal, cuya función era simbólica, pues antaño estaba cerrado por una verja y no se podía atravesar. Para ello los lugareños debían usar unos escalones construidos al lado por los que franqueaban el murete que cerca el recinto. De este modo, las personas podían pasar, el ganado no.


Traspasado éste, vemos ante nosotros el –posiblemente- mayor calvario del mundo, entre la iglesia y la capilla funeraria, a donde se llevaban los cadáveres para velarlos antes de enterrarlos. Pero volvamos al calvario: suele ser un crucificado acompañado por un par de personajes, habitualmente la virgen y san Juan. Sin embargo, en Bretaña los personajes se multiplican llegando a una exuberancia sorprendente. Decenas de figuritas, hasta las 200 que podemos ver en el calvario de Guimiliau.

Los calvarios bretones se componen de una gran base sobre la que se disponen todos los personajes. Delante, un pequeño altar para ofrendas u oficios litúrgicos y encima, la compleja crucifixión. Todo el conjunto mueve a la perplejidad, pero sin duda los lugareños debían de verlo como algo normal. Había una gran ostentación en ellos, pero también tenían una función didáctica, pues los curas podían adoctrinar a sus ignorantes y analfabetos vecinos sobre toda la mitología cristiana, simplemente con la ayuda de una vara para señalar.

El calvario de Guimiliau es de una extrema complejidad, si bien todas las escenas son fácilmente comprensibles para quien conozca los personajes principales de la mitología cristiana en su versión del Nuevo Testamento. Esta biblia de piedra nos cuenta las fantásticas aventuras del protagonista, Jesucristo, desde su nacimiento hasta su muerte, aunque las presenta sin ningún orden cronológico. Tendremos que hacer el giro completo al calvario para ir desentrañándolas una a una. Está realizado en dos niveles, cada uno por un artista diferente.

Llama la atención que los ropajes de los personajes no recuerdan en nada a la época y el lugar en que supuestamente vivieron, es decir, el siglo I en Palestina. Todos ellos están vestidos como si fueran bretones del siglo XVI: por ejemplo, san José en la escena de la huida a Egipto lleva los ricos ropajes de un comerciante de telas bretón, y los soldados romanos que prenden a Jesús visten los jubones, corazas y cascos atribuibles a los soldados del rey de Francia que el artista y los lugareños estaban acostumbrados a ver.


También hay que citar a un personaje intruso, pues no forma parte de la mitología cristiana, sino de una leyenda popular bretona. Se trata de Katell Golet (Catalina la Perdida), paradigma de la pelandusca, mujer de múltiples amantes, a quien uno de ellos le pidió que robase una hostia consagrada (¿a quién no le han pedido eso mismo en una noche de pasión…?), cosa que hizo, y al entregársela a su amante éste resultó ser el demonio, por lo cual fue condenada al fuego eterno (ojo: y no por su depravación ni por algún crimen; sin comentarios…) En el calvario aparece desnuda (no, no es un error) mientras unos horribles demonios la arrastran al averno para divertirse con ella (pero no como a ella le gustaría…)

Veamos ahora la iglesia, que es de formas góticas muy tardías (pues ya es del siglo XVII). Presenta un pórtico delicioso en cuyas arquivoltas vemos muchos pequeños personajes que nos relatan escenas del Antiguo Testamento (abajo) y del Nuevo Testamento (más arriba). Debemos fijarnos en los detalles para ver la ingenuidad medieval que emana de ellas. Así, podremos ver a la serpiente del Paraíso con cabeza de mujer; o a Caín con cara de malo de telenovela venezolana y a Abel con cara de monaguillo que no ha roto un plato en su vida; o el arca de Noé llena de cabecitas para que veamos que hay gente y animales dentro; o a Noé borracho después de correrse la gran juerga de su vida… Todas estas esculturas del exterior, así como los calvarios, estaban en el pasado policromados, aunque después de varios siglos a la intemperie ya no quede rastro de ese color.



Pero el interior del pórtico no baja el nivel, pues al lado de un completo apostolado encontraremos un relieve de la creación que parece hecha por un niño de cinco años, donde vemos a Eva saliendo literalmente del costado de Adán y un barbudo (el dios cristiano, claro) tirando de ella para que salga, como si se hubiera quedado atascada.

El interior de la iglesia es muy sencillo en cuanto a formas, se diría que incluso tosco. Sin embargo, el mobiliario, todo barroco, es extraordinario. Por ejemplo, el precioso órgano, o el desproporcionado baptisterio de madera sostenido sobre columnas salomónicas.



Pasemos ahora al cercado parroquial de Saint-Thégonnec, a sólo cuatro quilómetros, que repite el mismo esquema. El calvario es de gran riqueza, aunque sin llegar al extremo de sus vecinos: presenta sólo un nivel de esculturas con escenas únicamente de la pasión de Cristo, y colocadas, aquí sí, en orden. No obstante, la crucifixión de la parte superior destaca por su complejidad. Puede apreciarse que fue realizado por un artista de gran calidad y maestría; en las imágenes podemos ver la expresividad de los rostros y la finura de los movimientos y posturas. También él nos dejó un testimonio gráfico impagable de las vestimentas del renacimiento francés.



La iglesia también es de formas góticas, aunque posee un enorme campanario barroco. También aquí el interior es de gran riqueza: destacan los grandes retablos dedicados a los santos locales de pintorescos nombres (como el titular de la iglesia, que es el mismo que da nombre al pueblo) y la gran joya de esta iglesia, el espectacular púlpito. Todos ellos son barrocos y policromados.






Los calvarios monumentales de Bretaña constituyen una creación original y única de esta región francesa. Además de mostrarnos cómo era, vivía y pensaba una sociedad del pasado, también nos sorprenden por su atrevimiento y nos conmueven por su maestría mezclada con dramatismo y grandes dosis de ingenuidad. Todo ello en unos pueblecitos de gran encanto.
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Muy curiosos estos calvarios monumentales, para pasar un buen ratos desentrañando su significado y personajes:)¡Saludos!
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Son realmente una maravilla. La verdad es que toda Bretaña tiene lugares sorprendentes, pero estos cercados parroquiales tienen un encanto especial. Un saludo.
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Unas iglesias preciosas a independencia de la religion son unos monumentos asombrosos.Saludos
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Obviamente que lo son, por eso les he dedicado mi tiempo y he aportado mi granito de arena para darlas a conocer.
La belleza, a veces, puede estar en las cosas más horribles. Ésa es la paradoja del ser humano.
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Pués si que hemos coincidido en el mismo post.
Estamos de acuerdo que es un sitio espectacular.
Saludos viajeros
El LoBo BoBo
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Y mira que es difícil coincidir sobre algo tan concreto y poco conocido…
Un saludo.
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